Ruinas Monumentales, Revueltas Fundacionales: Santiago Porter en Conversación con Vicente Isaías
El conmovedor trabajo de Santiago Porter destaca el nexo entre la violencia, la política, los símbolos y la memoria pública de una manera extremadamente crítica hoy en día. Sus fotografías distópicas de gran formato, que muestran edificios estatales en decadencia y monumentos profanados, reflexionan sobre las secuelas de las últimas décadas de turbulencia política en Argentina y las cicatrices dejadas por tales eventos, tanto en el entorno físico como en el psique colectivo. Más profundamente, nos invitan a preguntarnos cómo están siendo orquestadas en el presente las ruinas de nuestro futuro.
En esta entrevista exclusiva para Lenscratch, Porter y yo nos encontramos en el estudio del artista en Villa Crespo, Buenos Aires, para discutir, mientras tomábamos un vaso de jugo de naranja, el enfoque político de su trayectoria artística aclamada internacionalmente, su relevancia actual, sus primeros días como fotoperiodista, su alejamiento —y posible reconciliación— con la fotografía.
Santiago Porter nació en Buenos Aires, Argentina en 1971. Ha sido galardonado con la Beca Guggenheim (2002), la beca de la Fundación Antorchas de Buenos Aires (2002), el Primer Premio de Fotografía de la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires (2007), el premio Petrobras – BA Photo (2008), la Beca Nacional del Fondo Nacional de las Artes (2010) y el Premio Konex a las Artes Visuales (2022). Es autor de los libros “Piezas” (2003), “La Ausencia” (2007), “Bruma” (2017) y “Los días nublados” (2023). Ha realizado numerosas exposiciones individuales y grupales en países tales como Argentina, Brasil, Paraguay, Colombia, Ecuador, Chile, Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Suiza y Egipto. Hoy en día, su obra integra colecciones nacionales e internacionales, tanto públicas como privadas, incluyendo el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Argentina), el Museo Nacional de Bellas Artes (Argentina), el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Argentina), el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Argentina), el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, Córdoba (Argentina), el Museo de Arte y Memoria de La Plata (Argentina), el Museo en los Cerros, Jujuy, (Argentina), Museo de Arquitectura de Buenos Aires (Argentina), el J. Paul Getty Museum (Estados Unidos), la Colección JP Morgan Chase (Estados Unidos), la Colección Fondation Antoine de Galbert, (Francia), la Colección Petrobras (Argentina), la Colección Balanz (Argentina) y la Colección Larivière (Argentina). Actualmente, Santiago Porter es profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de San Andrés y en la Licenciatura de Fotografía de la Universidad Nacional de San Martín.
Vicente Isaías: Santiago, no has estado en tu estudio desde hace una semana. Gracias por recibirme. ¿Qué es lo primero que te gustaría hacer ahora que estás de vuelta?
Santiago Porter: Inaugurar mi cuaderno 2024. Lo tengo ahí, ya preparado. Mis cuadernos son donde anoto mis cosas. Eventualmente dibujo, hago alguna que otra pintura, [incluyo] fotos, y descargo las cosas que se me van ocurriendo y sobre las que me gustaría trabajar o sobre las que estoy trabajando. Este año se dio que justo mi cuaderno del año pasado concluyó con el fin de año y eso es algo que nunca había pasado. … Nunca, nunca se había dado tan preciso.
VI: ¡Todo se sincronizó!
SP: Claramente. Así que ahora hay un cuaderno que está ahí sobre el escritorio y le acabo de escribir “Enero 20 y 24”
VI: Debe sentirse muy bien comenzar tus cuadernos y el año al unisono.
SP: Por supuesto. En general trato de comenzarlo lo antes posible: desacralizar el cuaderno blanco. El cuaderno blanco te invita a no arruinarlo. Siempre trato de arruinarlo lo antes posible.
VI: Y creativamente, ¿alguna idea que ya esté gestando que ya quieras plasmar en las hojas de tu cuaderno 2024?
SP: Suceden varias cosas. Primero están las cosas con las que he estado trabajando, escribiendo cosas personales. [Pero] desde hace un tiempo tengo la ilusión de volver a la fotografía de alguna manera. Hay algo que estuvo sucediendo, sobre todo hacia el final del año pasado — y ahora esa sensación continúa que tiene que ver con esta nueva coyuntura política y social que atraviesa la Argentina — que de alguna manera me hace pensar en la posibilidad de volver a las fotografías. No tengo idea ni cómo ni cuándo y cómo debería ser, pero ya tener el deseo es un montón.
VI: Considerando el filo político de tu trabajo, no me cabe duda de que quisieras retomar la fotografía teniendo en cuenta el remezón político de Milei ¿Qué es lo que más te tiene preocupado con lo que está pasando?
SP: Todas las cosas. Todo.
VI: Todo.
SP: En términos concretos, las medidas que ya se están implementando y después, por supuesto, todo lo que tiene que ver con las cuestiones simbólicas. Yo siento que esta administración que acaba de asumir de alguna manera piensa y considera importante destruir todo aquello que yo siento importante… (pausa) Y eso es un sentimiento nuevo para mí. Saber que se ponen en juego cuestiones que para mí ya eran innegociables, que tienen que ver con la dignidad de la vida, de las personas, y con nuestra propia historia, considero que es catastrófico.
VI: Coincido contigo. Creo firmemente que nuestro deber como trabajadores de la cultura es mostrar solidaridad y denunciar cuando organismos de poder asumen este tipo de ideologías que amenazan directamente la existencia de nuestra labor. Desde su inicio, este gobierno ha planeado recortar fondos y suprimir apoyo a las artes. ¿Qué impacto crees que tendrá esta tendencia de precarización en las futuras generaciones de artistas?
SP: Lo pienso de dos maneras, primero, desde el estado catastrófico. Esto es algo de otro tenor, es un paso más allá. Es un tema de la ideología, de lo que se piensa a nivel cultural y social sobre la producción artística y patrimonial. Esto se trata sobre lo que es prioritario — o no — también para el Gobierno. ¡Se está hablando de que se va a eliminar el Fondo Nacional de las Artes, por ejemplo!
Solo menciono esta como una medida concreta. Esto no es algo que eventualmente vaya a suceder en un futuro lejano… ¡No, en las próximas horas! Por eso te digo, la voluntad de exterminar — de alguna manera — la producción cultural y el patrimonio está. Ya ni siquiera es el desinterés, que eso sí lo hemos vivido. Nunca fue prioritaria para ninguna administración. Eso, eso está clarísimo. Ahora es el desfinanciamiento, la precariedad.
Pero me parece que acá hay un paso más, que reside en el eliminar concretamente la representación y el apoyo de la producción cultural en nuestro país. Eliminar el Fondo Nacional de las Artes, por ejemplo, es algo gravísimo, y en términos simbólicos, un statement de lo que se considera esencial para una sociedad.
VI: Y qué statement, ¿no? Es muy importante cuestionarnos bajo qué contexto se nos dan las posibilidades o no para crear, y qué es lo que un gobierno considera esencial para una sociedad justa. ¿Y segundo?
SP: Claro. Ahora, en segundo lugar — y esto es algo que discutimos en la universidad, al menos con mis alumnos más cercanos —, es bueno preguntarse: ¿Nos corresponde, aún en la precariedad, producir como una manera de resistir, no? La resistencia siempre ha estado ahí, desde el punto de vista del arte. [Crear como resistencia] para mí es una función, no una responsabilidad, pero sí es una posibilidad, y sobre todo en términos personales. Y eso siempre convoca a… una manera de dar cuenta, desde la subjetividad, de la experiencia propia sobre nuestra relación con lo que sucede. En el trabajar aparece esa posibilidad, la posibilidad de atravesar estas coyunturas trabajando, expresando, desde la experiencia personal, me parece una manera más profunda, más sensible y más significativa de atravesar estas experiencias, como las que estamos atravesando hoy en día. No digo que [el arte] vaya a cambiar el estado de las cosas en este mismo instante, pero por lo menos desde ahí se provoca, se produce patrimonio y legado que eventualmente va a permitir comprender esto en el día de mañana. Y eso me parece súper importante.
VI: Esto último que mencionas me hace mucho sentido, especialmente considerando que tu trabajo de alguna forma siempre ha estado vinculado al patrimonio, el legado, la imaginación cívica, y de una forma más amplia, la pérdida y la memoria. Me interesa saber más por qué abandonaste, por así decirlo, la fotografía.
SP: Yo creo que nos dejamos mutuamente.
VI: ¡Se dieron un break!
SP: Nos dimos un break. (ríe) A veces es un proceso natural… Te lo voy a tratar de resumir. Yo empecé a fotografiar siendo muy chico. Estaba todavía en el colegio secundario y abracé a la fotografía con pasión, como herramienta y como el lenguaje mismo. He tenido una relación muy larga con la fotografía y cuando uno se dedica a algo tan apasionadamente desde tan chico, por un lado, sí que hay algo que está muy bueno en cuanto a la intensidad y a la devoción, pero también uno se niega la posibilidad de experimentar o de explorar otras posibilidades. … De alguna manera desatendí [cosas] que me hubiera gustado hacer y que no hice. Muchísimo tiempo después [me dí esa oportunidad] de explorar con otros lenguajes.
VI: Cuando uno termina estas relaciones tan largas uno cambia mucho, ¿cómo ha cambiado tu relación con la fotografía?
SP: Yo trabajé como reportero gráfico durante mucho tiempo y desde muy chico, y eso también de alguna manera me obligó a fotografiar mucho, muy intensamente y durante mucho tiempo. Cuando era reportero se me decía que tenía que fotografiar. Ese es el trabajo de todos los días. Empecé a sentir cierta insatisfacción en esa manera de trabajar, y por el otro lado, empecé a desarrollar un trabajo personal en oposición a ese trabajo que yo hacía en el diario todos los días.
Entiendo que en ese período agoté el deseo de fotografiar y también fui cambiando mi relación con la fotografía — desde una relación muy intuitiva y muy impetuosa al principio, a una relación mucho más reflexiva y pausada que sobrevino después. Eso también de alguna manera va explicando mi forma de trabajar en cada uno de los proyectos que fui desarrollando a lo largo de los años de forma más contemplativa, como Bruma, por ejemplo.
Yo había venido trabajando en este proyecto que me llevó muchísimo tiempo. Bruma de alguna manera implementa ese cambio radical en la manera de fotografiar. Ahí es donde empecé a cambiar radicalmente, justamente de ese fotografiar reflexo, transitar a una fotografía que me demandara una reflexión mucho más profunda, una conciencia sobre lo que la imagen implica completamente diferente. Le dediqué mucho tiempo y trabajé con Bruma de una manera muy minuciosa, muy dogmática, muy exhaustiva y un poco llegando hacia el final de ese proyecto, sentía lo que tenía para dar al respecto de mis fotografías estaba saldado de alguna manera.
VI: Es notable el contraste entre tus trabajos más pausados y meditativos y la espontaneidad e inmediatez del fotoreportaje. Cuando me hablas de que sientes algo que te convoca a volver a la fotografía, ¿sientes alguna responsabilidad de visibilizar activamente lo que está pasando? ¿Cómo te imaginas este reencuentro?
SP: Cuando yo he vuelto a fotografiar después de haber abandonado el oficio [de reportero gráfico], lo hice de una manera antagónica, diferente a como yo habitualmente fotografiaba. Cambié las herramientas, cambié mi manera de observar. Empecé a trabajar sobre el residuo y no sobre lo que sucedía, sobre aquello que podemos reconocer como las marcas indelebles de lo que pasó en donde habitamos, [y aquí] también está vinculado el tema de la memoria. Hoy, no siento que volvería a hacer eso porque lo que la coyuntura me demanda es trabajar en tiempo real. No tengo claro si realmente voy a volver a fotografiar en este contexto. Empiezo a sentir que que que hay algo de todo esto que me convoca a volver a hacerlo. Eventualmente, si decido volver a fotografiar y entonces no volvería a la cámara de placa y a los tiempos reflexivos de ese formato y limitaciones del medio.
Para responder la otra parte de tu pregunta, [Yo] no siento que deba hacerlo, no siento que tenga una “responsabilidad.” Pero si hay algo que a mí siempre me ha sucedido, que es que cuando algo me interpela, una manera de lidiar con eso es trabajando. … Lo que el trabajo me brinda siempre es … un espacio de reflexión. Hoy, lo que está sucediendo en Argentina me interpela. Quizás podría ser que todo esto me convoque a volver a otro tipo de fotografía, a un tipo de fotografía que yo hice hace 20 o 30 años — volver a la calle a fotografiar. Estoy, por supuesto, mucho más grande, tengo mucha menos energía, pero podría hacerlo, podría suceder. En gran medida depende de como evolucionen las cosas, y si siento deseo o la pulsión de hacerlo. Me pesa el sentido de urgencia con lo que sucede. Eso tal vez me demande de volver a la calle a fotografiar de una manera, digamos, no sé, más espontánea, más intuitiva, pero la verdad es que no lo sé.
VI: Volviendo a esta transición a la pintura ?
SP: Cuando terminé de trabajar en Bruma, realmente tenía ese sentimiento de estar saldado con la fotografía… Volver a pensar en fotografiar… (exhala) ¡¿Qué digo, con qué sentido, que tenía de nuevo para como para volver a agarrar la cámara?! Me resultaba agotador, impensado, imposible. Así que cuando cumplí 40 decidí tomarme un año sin fotografiar … y regalarme ese año para saldar asignaturas pendientes, por así decirlo. Yo no consideraba ser pintor, pero si me gustaba mucho la pintura, sobre todo por algunas cuestiones específicas en relación a la fotografía. En mi caso particular, en cuanto a la práctica, después de muchos años de fotografiar ininterrumpidamente, cuando cumplí 40 simplemente decidí parar la pelota.
Ese año hice el programa Artistas en la Universidad Di Tella y tuve muchos compañeros pintores en el contexto del programa… Muchos de mis compañeros que veían …. que yo quería pintar, de alguna manera me empujaron a hacerlo. Funcionó muy bien en ese momento específico, porque yo no sé si lo hubiera hecho solo. O sea, si no me hubieran empujado a hacerlo no sé si lo habría hecho. Sobre todo porque mis compañeros eran muy amorosos y muy talentosos, con una mirada sobre el hacer completamente distinta a la mía, a esta mirada súper dogmática y estructurada que yo tenía en aquel entonces y con la que había venido trabajando por mucho tiempo.
VI: ¿Cuál fueron los roces entre la fotografía y la pintura que te llamaban la atención?
SP: La pregunta que me desvelaba en aquel entonces era: ¿qué es lo que le pedimos a la imagen? ¿Por qué algunas imágenes nos resultan conmovedoras y nos quitan el sueño y otras nos resultan profundamente indiferentes? Yo tenía esa pregunta muy presente cuando cuando fotografiaba… ¿Cómo? ¿Cómo generar una imagen que esté a la altura de lo que la imagen intenta representar en relación a lo que yo quería, aquello sobre lo que yo quería trabajar con mis fotografías? Más allá de lo indicial de la fotografía, ¿qué es lo que te muestra? ¿Qué es lo que vos reconoces? ¿Cuál es el vínculo que establecemos con eso que ves? Y después hay otra cosa que tiene que ver con lo que la imagen te propone, que te conmueve o que no te conmueve. Y ahí es donde yo pensaba quitar esa condición inicial que para mí era siempre tan importante en la fotografía y trabajar con la imagen desde otro lugar. De alguna manera eso era lo que yo me proponía investigar o experimentar con la pintura. Partir de cero y tratar de generar una imagen que al final del recorrido, al final del proceso, a mí me convenciera.
VI: ¿Y lo lograste al principio crear una imagen que te convenciera?
SP: (Ríe) Por supuesto que lo primero que sucedió fue que la pintura me paró de manos, como decimos acá. Me expulsó, me puso límites. Yo siento que la pintura es muy frustrante. Mis dificultades técnicas en relación a la ignorancia, digamos, al no manejar el oficio, no manejar las posibilidades, enseguida me hizo fracasar estrepitosamente. Me frustró profundamente.
VI: ¿No sentiste en algún momento la frustración te hizo pensar “Ok, solo me quedaré la fotografía”?
SP: Lo que me pasó fue que dije bueno, me toca aprender. O sea, si quiero intentarlo seriamente, hay algunas cuestiones que no puedo no aprender básicamente.
VI: Y seguir creciendo como artista significa eso, ¿no?
SP: La verdad es que no lo pensaba en esos términos. O sea, no me imaginaba volviendo a fotografiar porque no tenía el deseo de hacerlo, ¿verdad? Me refiero más como a expandir un … quizás lo que hubiera querido hacer siempre. Yo siempre trabajé como muy dogmáticamente dentro de las posibilidades que me brindaba la fotografía y de las certezas o de la exploración que yo desarrollaba hacia adentro de la fotografía en términos prácticos, pero también intelectuales. De alguna manera, en la pintura me proponía algo completamente distinto.
VI: Venia leyendo en el avión un texto sobre fotografía y abstracción, y la imposibilidad misma de representar aquello. Al haber transicionado a la pintura abrista toda una caja Pandora que te permite explorar este lenguaje abstracto, más etereo. Debe ser muy tener esa posibilidad de representación como solo por el cambio del medio.
SP: Total, era todo para mí. Y también me pasaba que, como siempre sucede cuando empecé a explorar un medio nuevo, todo lo que tenía que ver con la pintura me interesaba y ya no veía fotografía, ya no leía sobre fotografía, ya no escribía sobre fotografía. En aquel tiempo la pintura era todo un mundo nuevo.
VI: Habiendo explorado esta transición tan profunda, quiero preguntarte, Santiago, ¿Qué es lo que hace para ti una imagen conmovedora?
SP: Una imagen conmovedora te toca casi espiritualmente.
VI: ¿Cuáles son las condiciones que crees que una foto consigue realizar esto? (pausa) ¿Tiene incluso una respuesta?
SP: No. No tiene una. No tiene respuesta porque es algo profundamente personal y que tiene que ver con la experiencia y … los procesos de cada uno. La ausencia absoluta de la posibilidad de conseguir esa respuesta es, desde mi perspectiva, por supuesto, lo que de alguna manera nos obliga a permanecer, a seguir haciendo, a seguir intentando en esa búsqueda incansable, como la zanahoria y el burro.
VI: (ríe) Una busqueda incansable e inalcanzable, lo sublime.
SP: Creo que por su propia naturaleza de la imagen, nos quedamos atrás de esa posibilidad de una respuesta. Es inalcanzable … entender el porqué de [una] imagen que nos satisface. Pero en esa búsqueda incansable no nos queda otra que seguir haciendo. El día que esa pregunta deje de tener importancia, por lo menos para mí, probablemente sea el día del abandonar de alguna manera el hacer arte.
VI: ¿Te parece si caminamos por tu estudio? Está todo muy ordenado, ¿siempre eres así de metódico?
SP: He estado fuera unos días. Ahora hasta hace unos días que no pinto, entonces está ordenado. Pero en general en las paredes hay cosas sobre las que estoy trabajando, muestras que van y vienen. Hay muchas pintura, fotos, todo esto que ves acá son las las obras que están yendo y viniendo de las muestras y listas para salir o que acaban de volver. Estas se van una muestra en Uruguay, ahora dentro de poco.
VI: Me gusta el espacio porque hay secciones bien distintivas, ¿no? Acá es más pintura, acá es más archivo…
SP: Es que sé dónde están las cosas y me gusta que estén donde quiero que estén. Aún así las cosas van cambiando de acuerdo a lo que me inspire. Ahora hay mucho texto y fotos personales. (apunta al escritorio) El año terminó y fue un año muy particular porque publiqué un libro de textos, Los Días Nublados, y al mismo tiempo en el que trabajé durante ese libro … fue el mismo tiempo en el que fui acompañando el proceso de la enfermedad de mi viejo.
VI: ¿Qué pasó?
SP: Le diagnosticaron leucemia exactamente hace un año. Y el proceso, digamos, también duró exactamente un año entero. El libro Los Días Nublados también reproduce algunas páginas de mis diarios de trabajo: cosas que encontré y que fueron a parar a los cuadernos como una forma de prolongar ese vínculo que de alguna manera se estaba desvaneciendo o llegando a su fin. Él era una persona muy cercana, y hacia el final, poco a poco comencé a rescatar archivos y cosas relacionadas con mi fotografía y mi padre. Entonces, las últimas páginas del diario del año pasado están dedicadas en cierto modo al tramo final de la compasión hacia la enfermedad de mi padre y acompañarlo hasta decir adiós.
VI: Y estos registros que quedaron, ¿planeas hacer algo con ellos?
SP: Sí, aunque todo concluyó al final del año, aún quedaron algunas esquirlas, ese humo que quedó… Tal vez algo más salga de ello. Bueno, tal vez… Es imposible saberlo realmente. Lo que me interesa, o lo que me gusta, o lo que me sirve, es seguir trabajando. No importa qué suceda con ello, en qué se convierta.
VI: Es un consejo muy bueno. A menudo pensamos que tenemos que crear con un propósito.
SP: Ves, eso de alguna manera me lo dio mi propia experiencia, digamos. Permanecer en el trabajo, habitar el trabajo. A veces eso resulta en algo que sale del estudio y merece ser compartido. A veces es el trabajo cotidiano el que te lleva a un nuevo proyecto.
VI: No puedo esperar para ver qué nace de los restos de humo dejados por tu último proyecto.
SP: Te lo mostraré ahora mismo. Hacer este libro fue casi como una despedida, de alguna manera. Fue el último impulso, el momento final en que hablamos. Este es el último día de la vida de mi padre y el último día que logramos llevarle el libro a tiempo para que lo viera. Se lo mostré.
VI: Se ve tan feliz y orgulloso.
SP: Sí, totalmente. Ese es mi hombre. Ahí está señalando su dedicatoria en su libro “Para Coco, mi padre”. (pausa) Murió al día siguiente. Y como hablamos al principio de hoy, ahí es donde termina el libro, y mi diario.
VI: Santiago, esto es muy conmovedor. Mi padre también murió de cáncer. Gracias por abrirte y compartir todo esto.
Vicente Isaías is a Chilean multimedia artist working primarily in research-based, staged photographic projects. Inspired by oral history, the aesthetics of picture riddle books, and political propaganda, his complex still lifes and tableaux arrangements seek to familiarize young audiences with his country’s history of political violence. His 2022 debut series “JUVENILIA” earned him an Emerging Artist Award in Visual Arts from the Saint Botolph Club Foundation, a Lenscratch Student Prize, an Atlanta Celebrates Photography Equity Scholarship, and a photography jurying position at the 2023 Alliance for Young Artists & Writers’ Scholastic Art and Writing Awards in the Massachusetts region. His work has been exhibited most notably at the Griffin Museum of Photography, Abigail Ogilvy Gallery, PhotoPlace Gallery, and published nationally and internationally in print and digital publications. A cultural worker, he has interviewed renowned artists and curators and directed several multimedia projects across various museum platforms and art publications. He is currently a content editor at Lenscratch Photography Daily and Lead Content Creator at the Griffin Museum of Photography. He holds a BA in Studio Art from Brandeis University, where he received a Deborah Josepha Cohen Memorial Award in Fine Arts and a Susan Mae Green Award for Creativity in Photography.
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