Andres Pérez: Familia Muerta / Patria Muerta
Esta semana en Lenscratch presentamos una encuesta ecléctica de artistas fotográficos que exploran cuestiones de identidad y representación Queer. Estos artistas excepcionales amplían nuestra apreciación por las diversas técnicas fotográficas, dirigiendo nuestra atención hacia cuestiones críticas de autonomía corporal, reclamación y pertenencia. Hoy, nuestro enfoque está en el fotógrafo venezolano Andrés Pérez. A continuación, una entrevista con el artista.
Familia Muerta
Dead Family es una investigación que mira el archivo familiar como un documento histórico binario que protege narrativas heteronormativas impuestas por estructuras patriarcales. Estas imposiciones suponen un orden sexista que separa lo masculino de lo femenino y margina identidades que están fuera de este mecanismo político-biológico. Las identidades diversas no tienen visibilidad en la acción del “retrato familiar.” Dead family es un trabajo que interviene el archivo familiar. Es una intervención fotográfica, pero también política. Es un proyecto naturalmente colectivo que necesita de la voz y la mirada de nuestra comunidad. Este carácter colaborativo permite que cada persona pueda intervenir sus propios archivos a partir de la premisa ¿Cómo sería una memoria visual más diversa para el futuro?
Patria Muerta
¿Cuántas historias están pasando
mientras sucede la nuestra?
1992. Un golpe de estado fallido.
1993. Nací golpeando el vientre de mi madre.
1995. Hicimos historia con la cuarta corona y
Venezuela se convirtió en universo.
1999. La llegada de una futura dictadura
y un nuevo siglo.
Disparos. Coronas. Militares. Mises.
El peso de una mujer no puede ser igual al peso de un hombre ¿Qué pesa más?
Una familia que miraba en la tele la violencia política y en paralelo el opening del Miss Venezuela.
Una sociedad militar, a veces con pistolas, a veces con tacones.
Crecer en medio de estos estereotipos militares reafirmó el régimen binario y la cultura de la violencia.
Dead Homeland revisita la historia para entender la militarización y su dominante poder.
Venezuela es el segundo país con más coronas del Miss Universo y actualmente lidera entre los 32 países del mundo que viven un régimen dictatorial.
Andrés Pérez (Guarenas, Miranda, Venezuela, 1993) es fotógrafe no binarie, artista visual y docente. Sus estudios en arte y cine, en la Universidad Central de Venezuela, le construyeron una sensibilidad por la imagen. En 2019 migró a Colombia y este viaje coincidió con la decisión de iniciar su carrera fotográfica. Como persona diversa, latina y migrante sus narrativas están enfocadas en identidad, género, memoria, violencia binaria y cuerpos queer, especialmente, en territorio latinoamericano. Aborda otras temáticas relacionadas al relato antipatriarcal y a la deconstrucción de lo heteronormativo con el interés de preservar una memoria más diversa. Como narradore, no solamente tiene la necesidad de narrar sobre otres, también está interesade por hablar desde un lugar íntimo y autobiográfico. Su lenguaje fotográfico conecta el retrato con narrativas documentales, moda y fotografía expandida. Este híbrido visual es el resultado de la unión entre su creatividad e intereses políticos. En 2023 su proyecto Dead Family fue la historia ganadora del Pride Photo y obtuvo un reconocimiento en Picture Of the Year Latam por la categoría “resignificar los archivos”. Forma parte les ganadores del Prince Claus Seed Awards 2023. Su trabajo ha sido expuesto en París, Amsterdam, Alemania, Noruega, Eslovenia, Malasia, Argentina, Colombia y Venezuela. Publicaciones en: Der Greif, Vist Projects, Lenscratch, Foto Femme United, Canon Latam, DW Español, Organización Nelson Garrido, Cinco 8 y El Universal.
Follow Andrés Pérez on Instagram: @le_veneque
Vicente Isaías: En tu obra exploras la invisibilización de las identidades queer en el archivo familiar, entendiendo “el archivo” como una construcción que refleja creencias políticas y culturales arraigadas en la sociedad. Más recientemente, tu proyecto Dead Homeland genera un nexo simbólico-estético entre la cultura de los certámenes de belleza y la historia de militarización en Latinoamérica. ¿De dónde nace esta idea, y cómo influyó tu arte crecer en una década tan turbulenta como la de los ‘90 en Venezuela?
Andres Pérez: Los ´90 fueron una década muy importante en Venezuela, ya que marca el cambio paradigmático y político del país. Patria Muerta se enfoca en abordar la violencia binaria a través de dos arquetipos que alimentan la visión heteronormativa y legítima ese filtro binario que es regulador de lxs cuerpxs en Venezuela, pero que también son reguladores de normatividad en Latinoamérica: el arquetipo del militar y la reina de belleza.
Yo nací en el ´93. Un año antes de que yo naciera, ocurrió un golpe de Estado contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, liderado por el comandante Bolivariano revolucionario, Hugo Chávez.
Años después, casi al terminar la década, logra entrar Chávez al gobierno, esta vez a través de elecciones presidenciales, y se instala la izquierda en el ´99. Esa promesa de soberanía instaló la izquierda y al mismo tiempo posicionó con más fuerza el poder militar.
En paralelo a los cambios políticos, durante la década 2000-2010, Venezuela seguía posicionándose como el país de las mujeres más bellas del mundo. Un ejemplo de eso fue el famoso back to back del Miss Universo en 2009, donde una venezolana era coronada por su antecesora y compatriota. 4 años después, ocurre algo parecido a ese back to back pero con la presidencia de Venezuela y como excusa para continuar con el legado de la izquierda.
Crecí en medio de esas herencias visuales y procesos culturales, sociales y políticos, esa herencia, ese interés viene desde ahí. Estoy explorando estos arquetipos y los relaciono por sus coincidencias performativas y simbólicas. Indagar sobre este tema me permite desmontar un sistema de violencias que operan sobre lxs cuerpxs al servicio de la patria, también sobre las visiones binarias de Latinoamérica.
VI: Esta visión que tú tuviste de tu país y de su historia político-estética, ¿fue algo que también entendiste más profundamente cuando emigraste a Colombia y lograste tener una lejanía a tu país, o quizás se expandió de alguna forma a través del proceso migratorio?
AP: Creo que siempre lo sentí y pensé, sólo que de manera más inocente porque era unx niñx. Todo esto se complejiza cuando mi identidad y cuerpo son víctimas de una violencia correctiva de género consecuencia de esos arquetipos binarios. De alguna manera, dentro de las familias venezolanas, todxs esperan que te conviertas en una hermosa mujer o en un hombre fuerte. Era muy interesante mi contexto familiar y sus contradicciones ideológicas. Crecí en una familia izquierdista que al mismo tiempo eran fanáticos de los concursos de belleza, nada más capitalista que eso.
Todo era muy contradictorio porque a veces estaban transmitiendo una cadena presidencial en la televisión y al terminar la transmisión, empezaba el Miss Venezuela. Dos formas de la militarización binaria en los medios.
VI: (ríe)
AP: Ese tipo de situaciones pasaban, ¡Muy reales! (ríe) Pero sin duda alguna, emigrar modificó como yo asumía la identidad de mi país. El enfoque de la investigación que trabajo actualmente, es algo que sucede luego de la migración y de estar un poco distanciade de mi vida en Venezuela.
Cuando emigro a Colombia en 2019, comienzo a pensar la violencia binaria desde mi archivo familiar y de esas indagaciones nace mi proyecto Dead Family, y también Dead Homeland que es una expansión del trabajo anterior. En el primero revisito la memoria familiar y en el segundo la memoria nacional desde la idea de militarización.
VI: Claro, y aunque puede ser inesperada esta “mezcla,” de lo militar y de los concursos de belleza, siento que también hay un aspecto de “militarización” cuando pensamos en los estándares que son promovidos en la sociedad. También esto está ligado al hecho de que nuestra existencia contemporánea está regida simultáneamente por la hiper-visibilización de imágenes de violencia así como por la saturación de contenido de entretenimiento en los medios de comunicación.
AP: Totalmente. El cuerpo está sometido a una militarización constante que es dirigida por la dictadura de género (una de las dictaduras más largas de la historia). De hecho, me interesa desarrollar, en Dead Homeland, un lenguaje visual que esté vinculado a la cultura de entretenimiento y medios de comunicación. Por eso es el recurso de las intervenciones satíricas e hiperfraccionadas o esos paisajes un poco “pop”. Conectar esta cultura de medios masivos con la figura del Militar y la Miss es una mezcla que me ayuda a resaltar la propia naturaleza popular o pop de esos estereotipos. Aunque las coincidencias no sean tan obvias, hay muchos símbolos en común que voy tejiendo en este proyecto.
VI: ¿Como cuáles?
AP: Por ejemplo, cuando el presidente es condecorado, le ponen una bandana, al igual que a las misses. Están esos guiños que son finalmente símbolos o performances sociales que convierten estos cuerpos en arquetipos de aspiración.
En Venezuela, y me atrevo a decir que en Latinoamérica, hay dinámicas que obligan a las infancias a formar parte de estos filtros binarios. Los certámenes de belleza escolares para elegir a la reina del colegio son otro ejemplo de eso. Recuerdo que mis compañeras de primaria soñaban con ser Miss Venezuela y la mayoría de los niños querían entrar a la milicia o ser policías. Estas evidencias hablan de un adoctrinamiento del cuerpo que es instalado desde las infancias.
Entonces hay algo allí que me parece también muy pop y aspiracional porque estos arquetipos representan figuras de poder en Venezuela.
VI: Claro. Esto de las posibilidades está en gran parte vinculado a las posibilidades de existencia que se nos dan como personas sexualmente disidentes, no solo en la sociedad, sino que también en el núcleo familiar durante nuestras infancias. ¿Podrías hablar sobre cómo la estética del trabajo actúa como una forma de validación identitaria?
Veneque: Todos mis proyectos tienen una estética saturada y expresiva para intervenir la Historia binaria y llenarla de símbolos queer. La memoria para mí es el principal insumo en todos mis proyectos, pero particularmente las memorias disidentes que son invisibilizadas de la Historia Oficial. En Dead Family, por ejemplo, yo trabajo la resistencia y representación queer dentro de la tradición hetero-familiar
Pero en Dead Homeland, esa invisibilidad de lo queer se centra en la memoria nacional. Y es que la memoria nacional o la archivística están vinculadas a conflictos de género. La figura del historiador normalmente es masculina, pero en la historia familiar o archivo doméstico, la figura es femenina. Es decir, quienes se encargan de organizar la historia familiar casi siempre son las mujeres, porque es una actividad doméstica. Pero la historia con “H” mayúscula es dirigida más por los hombres. Entonces aquí hay un tema de relaciones de poder a través del género, esto también me abrió los ojos al momento de acercarme al archivo.
VI: ¿Cómo se originó tu acercamiento al archivo y cuál es el proceso de encontrar estas imágenes?
AP: Familia Muerta, trabajo que estoy haciendo desde 2022 y sigue en proceso, empezó como un capítulo muy personal atravesado por la migración. Este viaje migratorio me enfrentó a las memorias personales y descubrí que no estaba realmente representade en mi historia familiar, yo no aparecía allí. Más bien, era un performance de mí ¿no? Una performance de obligaciones masculinas que debía ejecutar por este cuerpo que nació masculno y tenía que asumirse dentro de las biopolíticas del Estado cis-hetero normado.
Cuando me di cuenta que no estaba representade en mis memorias infantiles, abrí un diálogo con mis amigues de la comunidad LGBTIQ+ (mi familia elegida) y empezamos a descubrir que ningune estaba allí. Esas memorias no nos representan de ninguna manera. Y es muy duro, porque ahí es donde empieza el trabajo de reexaminar la historia familiar y apropiarse de ella para recuperarla. Y una de las maneras es la intervención. Por eso es que mi trabajo se va hacía la intervención, tanto estética como política. Intervenir nos permite recuperar sin borrar. Justo ese gesto de recuperación sin exterminación permite evidenciar las violencias estructurales.
En cuanto al proceso con mi archivo personal, en mi familia había muy poca preservación de la memoria aunque les interesaba profundamente recordar y tenían pequeños altares con fotos del pasado. Preservar la memoria es un privilegio que no todas las familias tienen. Para las familias con menos acceso a las tecnologías de la memoria se abre la posibilidad de recordar desde la oralidad. Cuando yo migré, tenía muy poco acceso a mi memoria. Mi hermana ha sido mi guía archivística en esto, quien consigue todos estos archivos y me los envía. Hay otras fuentes, amigas que viajan y consiguen fotos que les recuerdan a mis búsquedas y entonces me las envían.
Esto es la parte más formal, pero la otra es internet. Me gusta mucho trabajar con el archivo de dominio público porque está a la mano de todes. Es como una aparente democratización de la memoria histórica. Esa accesibilidad me interesa. De hecho en este proyecto trabajo mucho con footage de transmisiones de la televisión nacional o con ciertos recortes de periódicos. Trabajo mucho con el archivo que yo llamo “archivo residuo”. Me interesa ese archivo marginado y pixelado porque la resolución es también un síntoma de violencias relacionadas a las estratificaciones visuales. La imagen pixelada es sinónimo de bajo estatus.
Esto es algo transversal a todo mi oficio como creadore de imágenes.
VI: Tocaste muchos temas muy interesantes. Me llama sobre todo la atención el trabajo colectivo, cierto, de darse cuenta de que esto no solo se trata de Andrés Pérez, sino que es una experiencia compartida y que te llevó también a expandir este proyecto más allá de tu propio archivo familiar, a trabajar con otras personas que comparten la misma experiencia. ¿Podrías hablar un poco más sobre este trabajo colectivo?
AP: Lo primero es que a mí, como artista o fotógrafe, me interesa borrar un poco la imagen de autor, autora o autore. Por eso siempre mis proyectos son colectivos ¿Eso es como lo primero, no? Y ya luego yo creo que todes tenemos una responsabilidad con construir la memoria. Sé que suena un poco dictador, pero tenemos una responsabilidad, sobre todo la comunidad marica/queer. Nos han borrado y siguen borrando como estrategia para mantener a salvo el discurso conservador de las clásicas políticas capitalistas y heteroreproductivas.
Por eso mi trabajo es colectivo. Siempre me estoy conectando con perfiles que son igual de disidentes y marginades que yo. Mujeres trans, hombres trans, personas no binarias, diversidades corporales, sexuales, sensoriales y cognitivas. Todo lo que es considerado anormal y no preserva el bienestar de un Estado que nos instrumentaliza. Creo que la individualidad es un aspecto interesante de repensar ahora mismo y más con las políticas algorítmicas. Esa sensación de que somos individuos únicos es peligroso y debilita las luchas colectivas.
VI: Absolutamente. Hablando de la intervención, en tus proyectos existen estos guiños visuales de la infancia, que están vinculadas a la memoria. Por ejemplo, el uso de crayones y brillantina sobre las fotos, como algo que verías que un niño escribió tratando de recuperar esta infancia. ¿De dónde sacas esta inspiración? ¿El juegotiene un rol en tu obra?
AP: Sin duda. Tocaste cosas, todas muy, muy importantes. Lo primero es que este lenguaje “crafty” o “infantil” tiene que ver con mi interés por la alfabetización visual. Me interesa democratizar la lectura de imágenes y desmontar este discurso hiper-intelectual vinculado a lo visual. Yo no hago fotos solamente para el círculo fotográfico o les adultes. Hago fotos para les adolescentes y niñes. Me interesa que elles se puedan leer en mis imágenes. Entonces yo creo que ese lenguaje crafty me conecta mucho con las infancias. Siempre pienso ¿qué pensará une niñe diverse de 12 años si ve mi trabajo? ¿Va a poder sentirse un poco ahí, afin con ese lenguaje, no?
VI: ¿Y el juego?
AP: El juego está en todo. Yo creo que de hecho todos mis procesos artísticos y visuales empiezan desde el juego, desde la exploración de une Andrés niñe que está reconociendo el mundo y se acerca a ciertos temas. Así permito que Andrés niñe florezca y recupere una parte de su infancia. El juego como método es un activador de todos los sentidos y las emociones. Cuando juegas tienes que estar a cuerpo completo y como fotógrafe no me gusta trabajar solamente con los ojos.
VI: En este caso, además de ser una estrategia de alfabetización visual, también es un proceso de concientización política sobre nuestra posición identitaria en el mundo. Esto es algo que también realizas como docente. ¿Podrías hablar un poco más sobre esta pedagogía de identidad visual?
AP: Sí, sí, totalmente. Mi componente pedagógico está enfocado en género y diversidad. Siempre invito a que pensemos la historia con una perspectiva diversa, no solo en posición a la comunidad LGBTIQ+, sino en posición a lo humano, a todes quienes existimos. A las personas que toman mis talleres o tienen interés en mis espacios de educación y acompañamiento, me interesa activarles un rol político con perspectiva de género y clases sociales. Otra cosa que me parece importantísima, no solo en mi metodología docente, sino en todo mi trabajo, es no solo poner en discusión lo diverso. También poner en confrontación a las personas “normativas”, porque muchas de estas personas normadas o que de alguna forma no tienen ningúna conflicto aparentemente — porque igual sí, todos los cuerpos estamos en conflicto, solo que en unos cuerpos son más evidentes que otros — descubran que hay un conflicto, que hay algo pasando. Esto es algo que es transversal a mi obra, yo hago mucha investigación alrededor de la comunidad LGBTIQ+, pero realmente el cuerpo que yo pongo en discusión es el cuerpo normado, porque también históricamente lo queer ha sido muy patologizado y nosotres entonces somos el cuerpo del estudio, somos la anomalía.
En este caso, en mi trabajo, el cuerpo de estudio es el normativo. Esto activa un pensamiento crítico en todes.
VI: ¿Te parece si ahora hablamos de fotos especificas? Partamos con esta. ¿Quién es la persona con el glitter en el rostro?
AP: Ella es una tía que se llama Josefina. En esta foto ella estaba cumpliendo 15 años. Yo crecí en una familia matriarcal. Todas eran mujeres que dirigían la familia, pero en realidad estaban sometidas, a pesar de la ausencia de lo masculino. Si te fijas, acá en la foto aparece este hombre que está literalmente saliendo del recuadro, y así es la foto original. A pesar de esta poca presencia de hombres, las estructuras patriarcales estaban súper instaladas dentro de la familia. Era muy fuerte ver a todas estas mujeres de mi familia ejerciendo el machismo, por ejemplo.
Por otro lado, en la foto, aparecen estas dos personas que son también figuras diversas en mi familia. Está un tío que no sabemos exactamente su orientación sexual, pero si fue muy diverso en la forma de llevar su identidad. Y la otra figura diversa, es el primer tío que se declara abiertamente homosexual en la familia. Eso fue todo un proceso.
VI: ¿Cuál es la historia de las fotos con los vidrios rotos?
AP: Bueno, esto es también muy personal, como todos mis procesos en realidad. Pero esta particularmente es muy dolorosa porque acá en la imagen vemos recortes de fotos donde aparezco yo de pequeñe, mi hermana y mi primo José, que de mi generación fue la primera identidad diversa que se revela ante la dictadura familiar heteronormada. Fue muy difícil para José poder vivir su diversidad, tanto así que se suicida. De hecho, es el motivo por el que empiezo este proyecto. En mi familia decían que mi primero se había quitado la vida porque era homosexual. Las identidades diversas a veces no logran sobrevivir dentro de esas estructuras familiares normativas, entonces prefieren simplemente tomar la decisión de quitarse la vida.
Como ocho meses de estar trabajando en mi proyecto Familia Muerta, comencé a trabajar con una niña que le llamo M, tiene 16 años ahora. Recuerdo que ella se acercó a mí y me preguntó si yo iba a ir al Pride de ese año, que era creo que 2022. Resulta que un día ella me dice que está tomando un curso de maquillaje y… ella quería maquillar a alguien de drag y me dijo que si yo aceptaba y acepté.
En ese proceso ella fue a mi casa, me maquilló. Ese día ella me contó algo muy doloroso. Ella le reveló a su mamá que era una persona bisexual y su madre lo que hizo en ese momento fue tratar de intervenir para corregir. A lo largo del tiempo, entre tantos procesos personales, la amenazó con enviarla a terapia de conversión.
Entonces eso a mí me impacto un montón, porque yo no tenía idea de que, aunque eso es ilegal, acá en Colombia, por ejemplo, existiesen esos espacios de terapia de conversión. A partir de ese momento yo tomé un rol de protección con ella.
Conecto mucho la historia de mi primo con la de ella. De hecho fue como un momento donde dije “ya no pienses como fotógrafe, sino como humane” Tenía que convertirme en una figura de protección para ella y que no estuviese tan sola. Pensando en que no le pasara lo mismo que a mi primo.
VI: Andrés, muchas gracias por esta entrevista, me interesa saber cuáles son tus planes a futuro. ¿A dónde crees que se dirigen estos proyectos?
AP: Bueno, en verdad yo nunca planifico tanto. Últimamente estoy conectándome con identidades diversas de generaciones pasadas a la mía, para que estas personas también de alguna forma tomen el control de sus memorias. Familia Muerta es un proyecto que trabaja con memorias disidentes muy actuales. Entonces darme cuenta de eso me permitió expandir las temporalidades de mi trabajo. De hecho, hace dos días me reuní con Karen, que es una mujer trans de 50 años de Colombia a quien nunca le habían tomado una foto en la calle con falda, y yo le hice una foto así como ofrenda. Creo entonces que ahí es hacia donde me dirijo, a trabajar con lo intergeneracional, que no sea solo mi generación dialogando con su pasado, sino también empezar a dialogar con esas generaciones pasadas que son importantes porque gracias a su resistencia hoy nosotres estamos aquí.
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