Aurora Rojas Briceño: Amalia Irma
Esta semana está dedicada a fotógrafos chilenos. Hoy nuestro foco está en la artista Aurora Rojas Briceño y su fotolibro Amalia Irma, el cual documenta la vida de su abuela. Una entrevista con la artista sigue.
Aurora Rojas Briceño. Fotógrafa Profesional, titulada de la Escuela Foto Arte de Chile y miembro de la Cooperativa de Fotógrafas. Desde 2015 a la fecha ha participado en diversos talleres impartidos en festivales por destacadas fotógrafas y fotógrafos, tales como Lourdes Grobet, Marcos Lopez, Cristina de Middel, Gisela Volá, Yumi Goto, Musuk Nolte. En 2018 participó en Wabi Sabi Residencia en el Delta-Tigre (Buenos Aires, Argentina) a cargo de la curadora Romina Resuche. Ha sido artista residente en dos proyectos del Programa Red Cultura (MINCAP) en las regiones de Atacama y O’higgins. Ha realizado talleres de fotografía para la Subdirección de Cultura de la Municipalidad de Santiago, y en el Instituto Profesional Aiep. El año 2022 publica su primer foto libro titulado Amalia Irma (Fondart Nacional), presentado en la Feria StgoFoto. Su trabajo se ha publicado en diferentes plataformas virtuales y publicaciones impresas nacionales e internacionales, tales como; WOPHA Foundation, Letargo Revista, Revista BEX Latinoamérica y Femgrafía.
Follow Aurora on Instagram: @austral.aurora
VI: Tu proyecto aborda el cotidiano día a día de tu abuela, Amalia Irma, y la relación con la casa donde vivió toda su vida, ¿qué te llevó a abordar este proyecto desde ese nivel de intimidad?
ARB: La verdad es que no fui consciente del nivel de intimidad que significaba el proyecto hasta que estábamos trabajando en la edición del libro junto con Andrea. En este sentido, su perspectiva fue fundamental. De hecho, fue uno de los primeros temas que conversamos al iniciar la edición del fotolibro. Por lo que decidimos incluir a Amalia en el proceso, y ella misma fue quien revisó y aprobó todas las maquetas que editamos antes de llegar a la obra final.
En lo personal, fue un proceso lento que demoré, aproximadamente, un año en decantar. Y que tuvo, finalmente, como resultado el texto que escribí para el fotolibro. En donde me vi obligada a decir con palabras lo que no lograba decir con imágenes. Y reconozco que fue todo un desafío encontrar el orden y las palabras justas que explicaran la naturaleza y el sentir tan íntimo de esta obra, sin sentirme expuesta del todo.
Supongo que la historia y nuestra particular relación con Amalia, hicieron que el proyecto tomara este camino. Y si lo pienso, no me lo imagino de otra manera.
VI: ¿Nos puedes contar más sobre tu relación con tu abuela? ¿Cuál es una de las memorias que más atesoras de ella?
ARB: Nuestra relación comienza en su casa, que es la misma donde yo crecí. Mi abuela era una mujer bien silenciosa y esquiva. No era la típica abuelita de cuento que teje chalecos y prepara pasteles para sus nietos y nietas. Y si bien vivíamos en el mismo espacio común, no nos relacionábamos tan profundamente. Hasta que, por esas cosas de la vida, yo le comenté sobre la idea de realizar un proyecto fotográfico donde su casa fuera la protagonista. A partir de allí, comenzamos a relacionarnos y a conocernos con mayor profundidad. Empecé a escarbar en su archivo fotográfico familiar y, de a poco, la fui entendiendo y se me fueron revelando todas las cosas que teníamos en común: su amor por los animales, la naturaleza, los árboles, la poesía o, incluso los parecidos físicos, como nuestras manos o su naricita. Y durante ese proceso, mi proyecto sobre la casa tiene un giro inesperado y se vuelve hacia ella también.
En agosto de 2022 pudimos publicar el fotolibro “Amlia Irma” y lo presentamos en la Feria de Fotolibros STGOFOTO. Amalia, mi abuela materna, ese día pudo asistir a la presentación (para entonces ya había tenido algunos bajones en su salud) y fue la invitada especial. Recuerdo que, al terminar la presentación del fotolibro, se escuchó el fuerte aplauso de toda la familia, amigos y personas que asistieron a la presentación en la feria. Y allí, en la primera fila, estaba sentada Amalita, con sus ojitos brillantes y chinitos. Ese momento es mi mayor tesoro.
VI: ¿Cómo es el proceso de capturar estas fotos? ¿Es un proceso colaborativo, hasta qué punto hay dirección, o prefieres crear imágenes de naturaleza más cándida?
ARB: A lo largo de mi proceso y las experiencias y aprendizajes que he ido adquiriendo como fotógrafa, mi manera de enfrentarme al momento del disparo, obviamente, ha ido cambiando. Pero, en lo personal, creo que esto ha tenido mucho que ver más con mi confianza que con otro factor. Así mismo, mientras trabajaba en la edición del proyecto Amalia Irma pude ver, al revisar el archivo, parte de este cambio.
Sobre cómo manejo la relación con la persona retratada, aprendí que antes de tomar la cámara, necesito conversar, conocer un poco más su historia y algo que me permita conectar con ella. Por lo mismo, creo que mi proceso es más bien colaborativo y, a medida que la persona me lo permite, voy entrando en su espacio íntimo. Con Amalia me pasó que, de alguna manera, traté de intencionar algunas fotografías, especialmente algunos planos detalles y los últimos retratos que le tomé. Pero, generalmente, trato de interferir lo menos posible, tanto en la dirección como en la iluminación, donde prefiero usar la luz natural y prescindir del uso de flash u otros accesorios. A veces, de ser necesario, suelo “jugar” con el ISO para generar cierto grano en la imagen, lo que a veces llega a confundir a la gente con el formato de la fotografía, y no logran darse cuenta si es análoga o digital. Me gusta experimentar y jugar con eso, porque hay algo en la hiper definición de lo digital que no me agrada del todo.
VI: ¿Hay algún patrón o motif que se repita en el proyecto, intencional o arbitrariamente?
La casa y sus rincones, desde el inicio del proyecto, fueron las principales motivaciones. Y ya para cuando empezamos el trabajo de edición con Andrea, coincidimos y decidimos que estos iban a ser los elementos fundamentales en la narrativa, tanto del fotolibro como de la exposición del proyecto. Ya que, en cada uno de estos espacios y pequeños rinconcitos de este refugio verde, estaba la Amalia: en las rosas rojas de plástico que colocaba en los maceteros, en los papeles en los que escribía los horarios de sus remedios, en sus pensamientos en los momentos de soledad o en las fotos de animales desconocidos que cortaba y pegaba por algún de su casa.
VI: ¿Hasta qué punto este trabajo refleja realidades sociales que van más allá de la biografía familiar y abarcan en cambio la realidad de la sociedad del adulto mayor en Chile?
ARB: Si bien el proyecto, desde la intimidad y el cotidiano de Amalia, refleja ciertas problemáticas que la afectan a nivel político y social, por el solo hecho de ser mujer y anciana en Chile, país donde se envejece con pensiones de hambre, donde se ha acentuado mucho el concepto de “la epidemia de la soledad” y donde la tasa de suicidios en adultos mayores es una realidad que no se puede negar, nunca fue mi intención hacer un proyecto que tuviera un impacto político. Sin embargo, como fotógrafa y artista, creo que este tipo de obras se deben abordar siempre desde una posición. En mi caso, como mujer y feminista, no solo hice imágenes que retratan la relación que yo establecí con mi abuela y lo que ha significado, transgeneracionalmente, ser mujer en mi familia, sino que también terminé realizando un retrato documental sobre cómo es envejecer, para una mujer de clase media baja, en Chile. Y, de alguna forma, es esa intimidad y cotidianidad del proyecto lo que lo vuelve político, pues lo lleva a conectar con la realidad de muchísimas personas, especialmente mujeres, de nuestro país. Y ves como nietas conectan con sus abuelas, hijas con sus madres y viejitas, como la propia Amalia, logran conectar con sus pasados y sus historias personales, aportándole un profundo valor al sentido de mi trabajo. Por lo que el proyecto acaba siendo un retrato universal de lo que significa envejecer. Y eso, no solo en nuestro país, es una problemática social muy profunda que, por mucho que se aborde en distintas obras, sigue sin ser reparada. En mi caso, mis imágenes trataron de aportar dignidad al proceso de vejez de mi abuela. Y creo que eso es lo más político que tiene mi proyecto. Porque en nuestro país, la mayoría de las mujeres no envejecen dignamente.
Vicente Isaías: Recientemente, tuviste la oportunidad de exhibir este trabajo en la exhibición “Amalia Irma, el verde hogar donde tu corazón permanece” en la Estación Mapocho. ¿Nos puedes contar el trabajo de montar una exhibición y cuales han sido los mayores desafíos?
Aurora Rojas Briceño: “Amalia Irma, el verde hogar donde tu corazón permanece”, es mi primera exposición individual. Este proyecto trata de mi abuela materna, Amalia Irma, su casa y el proceso de cómo nos fuimos conociendo. Por lo que toda esta experiencia fue nueva y un tremendo aprendizaje para mí, tanto en el proceso de curar la muestra junto a Andrea Aguad (curadora de la exposición), como en la producción de la misma.
El año que nos adjudicamos el fondo para financiar la muestra, mi abuela falleció repentinamente. Y su partida retrasó el inicio del proyecto. Y para la fecha en que lo retomamos, yo había conseguido un puesto de trabajo en otra región. Asumir este nuevo trabajo, en un cargo con mayores responsabilidades y jornadas super extensas, sumado a la distancia y a la falta de tiempo, fueron los mayores desafíos en todo este proceso de producción y montaje de la exhibición.
Antes de la exposición, yo había publicado el fotolibro “Amalia Irma”, en el que también trabajé con Andrea Aguad, como editora de la publicación. Por lo que, a pesar de ser un proceso muy diferente, la confianza y su conexión con el proyecto hicieron sinergia y nos ayudaron a coincidir al momento de armar el relato. Y pudimos ir realizando todo el trabajo de edición y museografía de la exposición mediante reuniones por Meet.
La exposición como tal, la estuvimos montando durante una semana. Primero se instalaron los adhesivos que, después de varios intentos, logramos fijarlos a los muros. Para el montaje de las obras, colaboró con nosotras Daniel Jara, el montajista de Estación Mapocho, quien nos facilita y agiliza el trabajo para poder llegar a tiempo con la muestra. Y a pesar de que tuvimos varios desafíos técnicos en el proceso, logramos darle siempre una solución. Pero resumiendo, la distancia y falta de tiempo fue lo más difícil de sobrellevar.
VI: Cuéntanos sobre la publicación del libro. ¿Cómo ha sido el proceso de navegar la publicación de este proyecto?
ARB: En mi experiencia, publicar este libro fue un viaje un poco loco. Y según otras experiencias que he escuchado, casi todos coinciden en esto. Supongo que esa es la gracia. Y sí bien sucedieron muchas cosas durante el proceso de edición y publicación de este proyecto, hoy siento y me parece que, de alguna manera, todas aportaron a que el libro sea lo que es hoy, en especial los traspiés y dificultades que hubo que superar. Y soy una agradecida del proceso, porque en estos casi dos años de haber publicado el fotolibro, he tenido la fortuna de presentar y compartir el proyecto en diferentes lugares y regiones del país, tanto en festivales nacionales, como espacios culturales y de educación. Y el poder participar de cada uno de estos encuentros, donde se me ha recibido con cariño y siempre ha surgido una sinergia o una palabra de apoyo y admiración hacia mi trabajo, ha sido, sin duda, para mí la mejor retribución.
VI: Me interesan mucho los creadores que viven alejados de los grandes centros de creación. Siento que es necesario abrir conversaciones sobre oportunidad y territorio. Actualmente vives en Ovalle, alejada de la gran urbe de Santiago. ¿Cómo ha afectado esto en términos de oportunidades o visibilización de la obra?
ARB: Creo que es importante decir que solo desde hace casi un año vivo fuera de Santiago. Y en este tiempo, mi mayor impedimento ha sido el tiempo y distancia para poder estar presente en las actividades en las que he participado con mi proyecto.
De todas maneras, en términos de oportunidades, no siempre me ha parecido fácil llegar a ellas, incluso residiendo en Santiago. Y aunque mi comentario parezca impopular, creo que se tiene una falsa idea de que en la capital hay más recursos para los y las artistas. Y en el caso de nuestra área en particular, creo que la problemática sobre la concursabilidad y los fondos del estado, donde solo hay acceso a recursos para el 10 a 15% de las y los postulantes, ha profundizado la precaria situación de la fotografía en Chile. Y creo, y me parece relevante mencionar, que el cierre del área de fotografía del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, deja en evidencia el desamparo de nuestro gremio actualmente.
Posts on Lenscratch may not be reproduced without the permission of the Lenscratch staff and the photographer.
Recommended
-
New England Portfolio Review: Fruma Markowitz: Searching for the KahinahOctober 27th, 2024
-
New England Portfolio Review: Johannes Bosgra: MurmurationsOctober 26th, 2024
-
New England Portfolio Review: Beth Burstein: 82598October 25th, 2024
-
Karla Hiraldo Voleau in Conversation with Alayna N. PernellOctober 22nd, 2024
-
Womanhood Week: Jane WeinmannOctober 14th, 2024